Hacia la sociedad del conocimiento

Rafael Antonio Ibarra Fernández
lito@ibarra.sv

No se trata de tecnología de información. No equivale a computadoras por todos lados, ni a que contemos con muchos expertos programadores de computadoras. Al menos no es solamente eso y, ciertamente, no es la tecnología el elemento más importante.

Se han utilizado diferentes términos para referirse al fenómeno que vivimos contemporáneamente: Sociedad post-industrial, Sociedad de la Información, Sociedad Informatizada, Sociedad del Conocimiento. Sin embargo, la distinción fundamental entre conocimiento e información es clave incluso para decidir por nuestro futuro.

Vivimos inundados de información. Los medios masivos de comunicación, los libros, las películas, los CD-ROM y, por supuesto, Internet, nos ofrecen mucha más información de la que logramos percibir. Muchísima menos es la que logramos convertir en conocimiento, y aun menos, el conocimiento que alcanzamos a aplicar para producir bienes y servicios, o generar más conocimiento.

Muchos de los paradigmas que han ocupado a empresarios y pensadores de la administración de empresas moderna se han concebido en torno al conocimiento: la Calidad Total se basa en el conocimiento sobre el producto o servicio ofrecido; la Reingeniería utiliza y trabaja con el conocimiento sobre los procesos; y más recientemente, el “Customer Delight” se fundamenta en el conocimiento sistematizado sobre la individualidad de los clientes.

Dicho muy sencillamente, el conocimiento es la aplicación de habilidades de análisis e inteligencia a la información, para convertirla posteriormente en algo productivo e, incluso, rentable.

Contrario a los recursos naturales explotables, que han dado en el pasado a algunos países ventajas económicas en forma casi natural, el saber y el conocimiento son recursos que pueden ser generados en una nación, por medio del esfuerzo estructurado y un claro plan de nación en ese sentido. Este esfuerzo, en cada país, irá definiendo a los países inforicos e infopobres, con la ventaja de que no necesariamente deben existir los infopobres para que existan los inforicos. Curiosamente, el conocimiento es un bien que al darlo, además de enriquecer al que lo recibe, estimula y desarrolla al que lo da.

Es nuestra decisión: concebir a la información como un producto de consumo más, o llevar la información y el conocimiento a la categoría de sector de la economía. Que de meros entes receptivos, nos constituyamos en productores de información y, por medio de ésta, de conocimiento.

Si bien es importante trabajar hacia logros concretos y casi de inmediato, también es crucial lograr ver el horizonte a largo plazo, reconociendo que la persona productiva del próximo siglo será tal por la aplicación ingeniosa, creativa y analítica del saber, y no tanto por el esfuerzo físico de sus manos.

Sin embargo, es importante aclarar que estamos hablando de una persona que va más allá del mero dominio de esas cajas mágicas llamadas computadoras. Su capacidad de abstracción y análisis debe superar, porque lo asume como natural, la habilidad de manipular las computadoras. Lo importante debe ser el conocimiento que extrae para aplicarlo ingeniosa y productivamente, utilizando la computadora y todas las demás fuentes de información. Como en toda introducción tecnológica, debemos pasar de la etapa de admiración de la tecnología por lo novedoso e impresionante, hacia la apropiación y utilización de la misma, con otra visión.

Las necesidades del presente deben ser cubiertas, por supuesto, en el corto plazo, sobre todo cuando inciden en la calidad mínima de vida de todos nosotros. Lo que no es saludable es mantener una visión cortoplacista ni asumir que la historia en nuestro país debe seguir el mismo hilo secuencial que ha seguido en otras latitudes.

Tampoco es válido pensar que el conocimiento es algo exclusivo de las entidades educativas o de los países industralizados. Algunas de las mejores empresas nacionales son las que se han adelantado a las demás, llegando a conocer mejor su entorno, a su competencia, a sus clientes, y aplicando ese conocimiento para definir una estrategia de producción y/o de mercadeo, original y exitosa. Si se reflexiona sobre empresas, instituciones o personas consideradas existosas, se puede descubrir su relación con el buen uso del conocimiento que ellas han hecho.

Producir información. Producir conocimiento. Pero no necesariamente en grandes cantidades, sino con excelente calidad. Posibilitar que cada vez más personas puedan administrar información, en el amplio sentido de la palabra. Crear verdaderos y completos gestores de información. Ese es nuestro reto para lograr una existencia digna para todos en el largo plazo e iniciar nuestra transición consciente hacia la Sociedad del Conocimiento.

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